Son los gratos recuerdos los que muchas veces te permiten
alternar la voluble condición de tus emociones, los que te hacen pasar por alto
los malos ratos, los sin sabores, la rutina. Estos gratos recuerdos son como
piedras dejadas en el camino del subconsciente para poder volver a esos momentos de
felicidad.
Los recuerdos con la familia y los amigos representan
pilares importantes en la vida de cada persona, recuerdos como aquellos
almuerzos de algún feriado largo, la familia reunida alrededor de la mesa bien
arreglada y llena, propia de alguna portada de catálogo al final de temporada
con el 70% de descuento. Las historias, anécdotas y demás ingredientes y
sabores que dan significado a tu presente.
Recuerdos revividos con amigos en esos espacios humildes,
pero tan íntimos, entre brindis, risas y fotos, esa psicodelia de emociones
revividas en la carismática voz de tu “pata”, postales de tu niñez y
adolescencia que muchas veces olvidamos y no compartimos, debido a que cada uno
vive sus propias alucinaciones.
Ponerse en contacto con los amigos, la familia, los afectos;
un abrazo, caminar por calles por las que ya has caminado, en grupo, al caer la
noche, a empujones, riendo; son momentos imprescindibles, invalorables por los
que debemos dar las gracias.
¡Señores! Hoy es la primera
vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes
dejarme libre un momento, para saborear esta emoción formidable, espontánea y
reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso
hasta las lágrimas (Hallazgo de la vida – César Vallejo)
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